CONECTADOS: ¿Quién malea la noticia?

            Cada escenario de un crimen es aberrante. La simple idea de presenciar la pérdida de un ser querido puede generar, cuando menos, un estado de shock. Sin embargo, hay una rama del periodismo que te obliga a permanecer impávido ante ese dolor, pues debes ejercer tu trabajo. Esta premisa no establece que el periodista de sucesos o el reportero gráfico deban ser obligatoriamente transeúntes que retratan la noticia con una frialdad arrebatadora, pero algo de sangre fría debe caracterizarlos para apegarse a los hechos y no sucumbir al amarillismo.
            Olviden todo eso si hablamos del periodismo de sucesos en Venezuela,  donde las primeras planas abundan con imágenes desagradables a un nivel vomitivo que dejan lugar para un ¿por qué?  Generalmente, el amarillismo tanto gráfico como literal, está destinado a un receptor que disfruta con esta maleabilidad macabra de la noticia a la que sucumben los redactores ¿qué tiene de raro? O ¿a quién afecta? Desde mi punto de vista, la relación entre el redactor y el lector está tan estrechamente vinculada que el primero le debe al segundo una gran cuota de respeto. Una cosa es retratar la realidad, y otra muy distinta es profanarla con el fin de vender.
            “A la gente le gusta”, es la excusa vaga de la que se valen las diferentes casas de prensa para publicar bazofias que, más que informar, parecieran dirigidas a saciar un hambre voraz de morbo y perversidad.  
            No me gusta generalizar, y no pretendo hacerlo, pues Venezuela cuenta con periodismo de calidad tanto en medios tradicionales como alternativos, pero el amarillismo parece salir disparado cada vez más crudo y abundante, soltando presunciones a la ligera y valiéndose más de conjeturas que de certezas.
            Sería mezquino adjudicarle todo el achaque a los medios, pues también influye mucho la cultura venezolana, sobretodo el involucramiento de los escenarios históricos, en donde se le otorga más relevancia a las luchas militares que a las civiles. Está claro que la gente compra y se interesa por ello porque no le han enseñado otra asimilar la noticia.
            El tratamiento de la información de sucesos merece llaneza, indiscutiblemente. Lo que sucede mientras ocurre, se redacta y se vende la noticia, va mucho más allá del descriptivo retrato de un baño de sangre que la sociedad venezolana ya sabe que ocurre. Hay sucesos que azotan cada día la integridad del pueblo, e incluso así los medios se hacen a la vista gorda por esa sed desmesurada e insaciable de vender aquello que vende, y no aquello que comunica.

María de los Ángeles Morales

Estudiante de Periodismo.

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